Palabras claves

¿De qué manera abordar la memoria de una experiencia educativa para imaginarla en el presente? ¿Cómo revisitar un edificio histórico y reconocido intentando darle nueva vida, con un proyecto arquitectónico y pedagógico nuevo? Recuperar la gestualidad de la Escuela Serena que tuvo lugar en la Carrasco fue el primer paso para alojarla en una escuela imaginaria, con un edificio y una propuesta que respetaran esa transmisión, es decir, que innovaran.

El trabajo aquí compartido surge de una contingencia de invitaciones y coincidencias: dos arquitectas –una uruguaya y una argentina– y una educadora argentina, que se asociaban a fines de 2020 para imaginar de manera conjunta, virtual e interdisciplinar una propuesta espacial y programática para una escuela de la ciudad de Rosario. El marco del encuentro era el curso de posgrado Articulaciones Arquitectónicas y Pedagógicas (FADU, UNL) y las programaciones pedagógicas y arquitectónicas sobre las que se nos invitaba a trabajar para la escuela Dr. Gabriel Carrasco, donde años atrás había tenido lugar una experiencia de escuela nueva única en el país. La propuesta planteada por los docentes del curso era pensar, dibujar y escribir transformaciones y expansiones espaciales en el histórico edificio para alojar y posibilitar un programa de actividades para el ciclo lectivo 2021, tal como si Olga y Leticia Cossettini –artífices de aquella experiencia pedagógica pionera entre los años 1935 y 1950–, fuesen las comitentes. Evidentemente, mucho más que el juego de una ucronía.

El ejercicio debía producir una presentación en grupo que diera cuenta tanto de los espacios[1] como de una propuesta pedagógica. Los equipos debían ser preferentemente integrados por representantes de ambos universos, y así nos vimos de pronto en un diálogo al que estamos poco habituadas, trabajar desde el inicio en una conjunción de saberes y experiencias y de manera virtual, con distintos puntos de partida y miradas respecto a aquella experiencia de la Escuela Serena. Mientras para una de nosotras la huella de la Escuela Carrasco forma parte del patrimonio y la memoria de su ciudad, para otra representa el antecedente innovador más presente –aunque no siempre conocido– en el imaginario de los y las docentes de primaria, y para la tercera recién tomó contacto con su existencia y significatividad con el correr del trabajo.

Compartiremos, entonces, algunas reflexiones de lo que implicó el proceso de imaginar otras formas de habitar aquel histórico edificio, sobre sus huellas, pero para una nueva experiencia de hacer Escuela.

SOBRE EL ARCHIVO Y LA MEMORIA DE LA ESCUELA CARRASCO

La experiencia que revisitamos tiene un archivo que contiene escritos, diarios de maestras, cartas, cuadernos, fotografías y noticias de periódico inicialmente reunidos y custodiados por Leticia Cossettini, hermana de Olga y maestra de la escuela, quien hasta sus más de 100 años de edad ofició como memoria viva, guardiana y exégeta. Ella fue también quien propició —de todo ese acervo documental— el pasaje de lo privado a lo público al donarlo al IRICE, agencia de CONICET.

La escuela Carrasco fue documentada ex profeso mientras se la vivía. Olga Cossettini escribía y daba a conocer sus escritos, se guardaban las narrativas de las maestras con sus anotaciones en el margen, se exponían y publicaban obras y cuadernos de los estudiantes, y –lo que era recién una práctica incipiente y solo familiar– se fotografiaba. Sin embargo, sabemos que aunque todo archivo funciona como aval, «y como aval de porvenir» –acota Derrida–, (1997:26) en un punto toda experiencia es siempre irrecuperable.

Algunas preguntas se nos imponían: ¿cómo acercarnos al archivo, entonces? y ¿para qué? ¿Cuál había sido el rol de aquel edificio que perduró en el tiempo? Las propuestas pedagógicas y lúdicas de las hermanas Cossettini desbordaban los límites físicos de aquellas paredes hacia otros territorios; sin duda el viaje en el que nos embarcamos se proponía estudiar y permitir aquellas experiencias exploratorias. La propuesta mencionaba que el diálogo entre arquitectura y educación debía ser entendido «como el inicio de la reflexión para repensar la escuela» y mencionaba que la nueva programación pedagógica debía «recoger las innovadoras modalidades de las hermanas Cossettini e intentar describirlas cualitativamente». ¿Cómo no sucumbir a la nostalgia y a la idealización? No podíamos caer en la trasposición literal de ciertas actividades a la actualidad como si no hubiera pasado el tiempo.

Teníamos que encontrar un modo de tomar posición frente a ese pasado desde un ejercicio de memoria –siempre arbitraria, siempre montaje anacrónico– para imaginar este presente como futuro de aquel pasado y en la dimensión de porvenir a la que convocan tanto la educación como la arquitectura. La primera consigna sería entonces, recurriendo también a la memoria y a la escucha, entablar diálogos que nos permitieran, desde campos diferentes, hablar un mismo lenguaje para poder proyectar juntas.

¿Dónde está Olga Cossettini?, nos preguntamos. ¿Dónde Leticia, Dora, Lidia, maestras de aquella escuela Carrasco, dónde aquellos niños y niñas que nos legaron sus dibujos y sus sonrisas fotografiadas? Y nos respondimos con Agamben:

«No en las lacónicas notas que registran su presencia en el archivo. Y menos aún fuera del archivo, en una realidad biográfica de la cual no sabemos literalmente nada. Ellos están en el umbral del texto en el cual han sido puestos en juego; o más bien, su ausencia, su darnos la espalda para siempre, los fija al borde del archivo, como el gesto que, al mismo tiempo, lo ha hecho posible y lo excede y nulifica la intención». (2013, 88)

Así fue como jugamos con la idea de una gestualidad de aquella escuela que nos permitiera vislumbrar algo del orden de la experiencia que pudiera ser pensable en el 2021 y en la intervención del edificio. Y creímos reconocer algunos gestos, a los que nombramos con verbos en infinitivo, para darles lugar en nuestro nuevo edificio: desclavar, despegar, desamarrar.

Identificamos emblemáticamente este movimiento en la decisión de «desclavar» los pupitres del suelo algo experimental para la época, que permitía una espacialidad distinta construyendo otro tipo de ambiente de aprendizaje por fuera del conocido espacio áulico.

Desdibujar límites, ignorar oposiciones, deslocalizar, expandir

El Museo Municipal de Bellas Artes de Rosario formaría parte también de aquellas expansiones a las que la Escuela Serena se permitía llegar y hacerse lugar. Una fotografía de trabajos de estudiantes expuestos en el museo serían los imaginarios que alimentaban nuestra futura propuesta espacial y pedagógica. Por otro lado, la gráfica de los cuadernos escolares de aquella experiencia es fácilmente reconocible. «La ruptura de la frontera que representan los márgenes es un ejemplo de ello», dicen Fernández, Welti y Biselli (2008), y reconocemos esa impronta en la expansión de los límites de la escuela hacia el barrio.

Apostar a lo colectivo, potenciar lo colectivo

Son numerosas las referencias a la disposición con la que Olga Cossettini, como reciente directora, fue venciendo la reticencia de maestros y familias del barrio al trabajo común. Estas subversiones (Rockwell 2018) serían quizás los ecos que más hayan perdurado de la experiencia Cossettini.

Recibir y dar, alojar

Tomamos esa expresión de Olga para aludir a un gesto muy presente en distintas esferas. Ella alude a la reciprocidad inaugurada al alojar a un niño o al enseñar a leer a una madre, para nosotros significa una gestualidad de una circulación que hace lazo y que se expresa en los numerosísimos intercambios y visitas que recibía la escuela (Gabriela Mistral, Juan Ramón Jiménez, Fernando Birri, entre muchos otros).

Animadas entonces por un movimiento de distanciamiento–acercamiento con el archivo, entre temporalidades y textualidades heterogéneas, podíamos imaginar la vida de aquella escuela Carrasco en ese edificio que debíamos intervenir.

SOBRE NUESTRA ESCUELA CARRASCO

La premisa que tomamos para desarrollar la propuesta arquitectónica fue la de conservar el edificio original y liberar el resto de las construcciones que completan la media manzana ocupada por la escuela en la actualidad. Deseábamos dejar aquella huella física que tantas historias y personas cobijó en el tiempo. Revisando archivos fotográficos viajábamos en el tiempo e intentábamos traducir a realidades pedagógicas algunas propuestas actualizadas. Teníamos una misión, un tiempo acotado, y una distancia física que haría más desafiante la consolidación de nuestro trabajo colectivo.

Para ponernos en contexto, volvimos en primera instancia sobre el territorio, caminamos (físicamente, y tomamos fotografías) el barrio Alberdi de la ciudad de Rosario. Algunas ocasiones paisajísticas como la Plaza Alberdi y otras culturales contemporáneas como el Acuario de la ciudad y las transformaciones territoriales que sufrió Rosario a lo largo del tiempo, serían algunas pistas con las que nos encontrábamos al iniciar las decisiones espaciales y programáticas. 

En el edificio original propusimos algunas intervenciones, sin alterar la estructura ni la composición de las construcciones. Como decisión de conservación y ampliación decidimos conservar el ingreso histórico, en la esquina de Larrechea y Agrelo por su carácter simbólico para la comunidad barrial, pero brindando nuevos usos al traspasar aquel umbral. Allí planteamos un hall de ingreso con espacio de exposiciones artísticas que recibiría a visitantes ocasionales y a los usuarios cotidianos.

Dadas las dimensiones reducidas del ingreso existente, que no acompañan a la matrícula imaginada, ideamos un nuevo ingreso por calle Agrelo: este estaría retrocedido de la línea edilicia del edificio existente creando un espacio intermedio entre la ciudad y la escuela, entre la comunidad barrial y la comunidad educativa. Estudiantes podrían compartir en un espacio cubierto antes y después de asistir a la escuela, de igual modo que familiares y acompañantes podrían esperar allí para recogerlos.

Izq: Proyecto espacio de artes: detalle hall de ingreso. Fernández Méndez, Juri, Corral: trabajo final del curso «Articulaciones Arquitectónicas y Pedagógicas» (FADU, UNL). Der: Proyecto: planta baja. Fernández Méndez, Juri, Corral: trabajo final del curso «Articulaciones Arquitectónicas y Pedagógicas» (FADU, UNL)

Junto al nuevo ingreso propusimos un espacio para comedor y cocina vinculada a calle Castagnino para facilitar el ingreso y egreso de alimentos y residuos, con una despensa hacia dicho lateral y un espacio taller conectado al espacio del comedor.

Nos interesaba hacer foco en la creación de espacios y no primordialmente de formas; entender los «tiempos arquitectónicos» (Campo Baeza 2007, 27) y los recorridos que tendrían lugar en aquella escuela imaginada. Buscábamos conciliar en aquella propuesta fluidez espacial, algunas trayectorias no necesariamente lineales y límites espaciales y programáticos que se alejaban de la determinación y estanqueidad.

Respecto a las galerías, intactas en dimensiones y materialidades ofrecerían sucesos inesperados: entre las aulas destinadas a los primeros años generamos una extensión (a modo de rincones) con mobiliario específico, estanterías y espacios de guardado donde los ritmos y encuentros podrían ser otros de aquellos prestablecidos por el programa curricular.

Por otro lado, la decisión de plantear un anfiteatro para actividades curriculares y de la comunidad, conectado con nuevas baterías de baños junto a la cocina y comedor permitiría independizar el uso de estos ambientes para actividades por fuera de los tiempos curriculares. En el anfiteatro podrían acontecer diferentes situaciones conjugando programas y estudiantes de diferentes grupos de pertenencia y edades. Imaginamos una clase compuesta donde propuestas de teatro entren en diálogo con algunas de idioma extranjero, con taller de arte (escenografía y vestuario) y tal vez prácticas de lenguaje, integrando saberes y personas de distintos grupos etarios y con intereses comunes.

El fondo del escenario del auditorio tendría conexión con un foyer que se comunica también con calle Castagnino, independizando ingresos y egresos. Desde allí, podría accederse a la biblioteca, que tendría espacios de lectura y trabajo en grupos, con una doble altura central, una escalera independiente y, en planta alta, sectores de lectura en corredores con ingreso de luz natural, balconeando al hall central de este espacio con escritorios, sillas y redes para momentos más distendidos. Ambos programas podrían ser utilizados en horarios extracurriculares, sirviendo como edificio cultural para la comunidad de barrio Alberdi.

El patio podría alojar propuestas varias: convertirse en anfiteatro para muestras de talleres, laboratorio de exploración de plantas y peces –habitantes del estanque propuesto–, y ocasión de aprendizaje «informal», sobre bancos, colchonetas o bajo la sombra de los árboles. 

Un posible espacio llamado Salón de usos múltiples conectaría los dos patios existentes, con aberturas que posibiliten la ampliación de situaciones de trabajo en galerías en el exterior junto a aquellos históricos y aromáticos jazmines del país. En los geometrales y maquetas 3d realizadas, dibujamos los cuerpos que pensábamos podrían habitar los espacios, los vínculos entre movimientos, cuerpos y espacio que entraban en relación con esos encuentros (Moholy–Nagy, 1972) y que respondían en esos cruces a las propuestas pedagógicas imaginadas para una currícula ficticia.

Otro objetivo planteado sería generar aulas de diferentes tamaños para un uso más eficiente del espacio (según el programa pedagógico propuesto); algunas más grandes para convertirlas en espacios de uso conjunto a través del equipamiento, otras más pequeñas para trabajos en grupos reducidos. Considerábamos que los espacios áulicos existentes tenían su historia y solo intervenimos en algunas divisiones físicas entre ellos.

El acceso a planta alta tendría diferentes posibilidades, una rampa de anchos disímiles acompaña el perímetro del segundo patio permitiendo que de su estructura cuelguen telas y columpios para actividades motrices y lúdicas simultáneas.

Arriba: Proyecto: corte transversal. Fernández Méndez, Juri, Corral: trabajo final del curso «Articulaciones Arquitectónicas y Pedagógicas» (FADU, UNL). Abajo: Proyecto: corte longitudinal. Fernández Méndez, Juri, Corral: trabajo final del curso «Articulaciones Arquitectónicas y Pedagógicas» (FADU, UNL).

En este nivel la decisión fue conservar los perímetros donde se ubicaban los espacios áulicos pero ampliar aquellos muros que servían como divisiones, dando lugar a ambientes como el aula «Gabriela Mistral», o el aula de música «Paco Aguilar». Tal como sus nombres sugieren las propuestas programáticas podrían responder a lo previsto pero también abrirse al diálogo con otras asignaturas, integrando saberes y trabajando temas de manera interdisciplinar.

Intentamos compartir estas ideas no solo de manera gráfica sino también de forma escrita: queríamos mostrar aquel espacio que proyectamos en un lenguaje que pudiese atravesar disciplinas y ser entendido de manera conjunta. Es así que nos propusimos comunicar las ideas proyectuales y pedagógicas a través de un relato en primera persona que diera cuenta de un recorrido –a modo de visita– a través del edificio propuesto. Sentimos que podíamos estar verdaderamente allí, siendo testigos de lo que nuestra escuela generaba en alumnos, docentes, funcionarios y familia, haciendo nuestro el decir de Olga en Apuntes de una maestra:

Proyecto: planta alta. Fernández Méndez, Juri, Corral: trabajo final del curso «Articulaciones Arquitectónicas y Pedagógicas» (FADU, UNL).

«Soñábamos algo mejor, que no fuera la expresión de la simple forma exterior, sino algo que tradujera una emoción interna, algo que nos revelara un sentimiento nacido espontáneo, puro».

El ejercicio que asumimos sin querer reproducía esos gestos que identificamos: fue una oportunidad para el diálogo y la producción colectiva, para reaprender conceptos e ideas que creíamos consolidados, para desdibujar límites disciplinares y lenguajes, para expandir fronteras. El nombre del curso daba cuenta ya de esta premisa y el verbo sería siempre articular.

Referencias bibliográficas

Agamben, Giorgio. «El autor como gesto». En Profanaciones. Buenos Aires: Adriana Hidalgo editora, 2013.


Campo Baeza, Alberto. Estereotómico y tectónico. Buenos Aires: Nobuko, 2007.


Cattaneo, Daniela. La escuela en el museo. El museo en la escuela. Espacios educativos, redes culturales e innovaciones pedagógicas a partir de la Escuela Serena. 2da. Comunicación presentada en Taller sobre espacios y arquitecturas en la escuela. Universidad Nacional de Córdoba, 28 y 29 de agosto de 2019. Inédito.


Derrida, Jacques. Mal de archivo. Una impresión freudiana. Madrid: Editorial Trotta, 1997.


Fernandez, María del Carmen, Rubén Biselli y María Elisa Welti. «Los cuadernos escolares de la escuela serena: un recorrido a través de sus imágenes (Rosario, 1935–1950)». Revista de la Escuela de Ciencias de la Educación, 3 (4), 2008.


Fernandez María del Carmen, Rubén Biselli y María Elisa Welti. «Imágenes gráficas y fotografías en una experiencia escolanovista (Rosario, Argentina: 1935–1950)». Revista Dominios da imagem, 5 (II), 2009.


Moholy Nagy, Lazlo. La nueva visión y reseña de un artista. Buenos Aires: Ed. Infinito, 1963.


Rockwell, Elsie. «Los niños en los intersticios de la cotidianeidad escolar: ¿resistencia, apropiación o subversión?». En Vivir entre escuelas. Relatos y presencias. Buenos Aires: Clacso, 2018.

Notas 

[1] Entendidos en términos de programa arquitectónico, con plantas, cortes, renders, imágenes y fotomontajes.

Como citar

Fernández Mendez, Florencia, Cecilia Juri Fernández y María Laura Corral. «Proyectar, dialogar, imaginar. Intercambios entre arquitectura y educación sobre la experiencia Cossetini». Polis, n° 20 (2022). https://www.fadu.unl.edu.ar/polis

Florencia Fernández Méndez

Arquitecta, becaria doctoral de CONICET 2019–2023. Doctoranda en Arquitectura de la FAPyD–UNR. Dicta clases en la asignatura Análisis Proyectual I (FAPyD, UNR). Integrante de diversos proyectos de investigación interdisciplinares (PISAC II 2021, PIUNR 2021–2024, PIP 2021–2023). Integrante del CURDIUR, FAPyD–UNR.

Cecilia Juri Fernández

Arquitecta, egresada de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de la República (UdelaR, Uruguay). Estudiante de la Especialización en Proyecto, Planificación y Gestión de Arquitectura para la Educación de la FADU, UNL. Trabaja desde 2013 en el Aréa de Proyectos de la Dirección Sectorial de Infraestructura de la Administración Nacional de Educación Pública (Uruguay).

María Laura Corral

Psicopedagoga. Magíster en Políticas Públicas para la Educación y doctoranda en Sentidos, Teorías y Prácticas de la Educación (FHUC, UNL). Directora de la Escuela de Nivel Inicial y Primaria de la Universidad Nacional del Litoral.