Palabras claves

Concurso – Espacio público – Museo

La propuesta para el concurso «El Patio de la Ciudad» fue el resultado de un diálogo transdisciplinar donde aunamos nuestra mirada, la de la Arquitectura, con otras perspectivas más abiertas. En ella volcamos una reflexión sensible sobre la ciudad y una preocupación sincera en generar un lugar de encuentro que aporte a la calma y al disfrute de todos.

SOBRE EL CONCURSO

El concurso «El Patio de la Ciudad», desarrollado durante los meses de abril y mayo del 2021, convocaba a proponer una intervención artística, paisajística y arquitectónica para el patio del Museo de la Ciudad de Rosario, Argentina. En sus bases solicitaba: «generar una nueva propuesta para fortalecer el entorno inmediato y potenciar el exterior (…) lograr un proyecto integral para el patio que atraviese lo natural, lo urbano, lo arquitectónico y lo artístico».

Nuestra propuesta —ganadora del primer premio y seleccionada para su ejecución— fue el resultado de un diálogo transdisciplinar, donde aunamos una mirada estructurada, analítica y disciplinar, con otraS más abiertas, en contacto con la sensibilidad y la reflexividad emocional. El llamado a una «intervención artística» es adoptado por nosotros desde un primer momento como una invitación al pensamiento, la reflexión y la posibilidad de proposición sensible, en la que volcamos una preocupación sincera de generar un lugar de encuentro que aporte a la calma y al disfrute de todos los actores que allí se congreguen, considerando la convocatoria de este concurso como como una gran oportunidad de apertura y unión del espacio público.

SOBRE EL MUSEO

El Museo de la Ciudad «Wladimir Mikielievich» de Rosario se encarga de preservar y difundir la historia de la ciudad en sí, de su cultura y sus identidades. Se ubica en una pequeña edificación de enorme valor histórico y patrimonial, donde originalmente funcionaba la Escuela de Aprendices de Jardineros, en pleno Parque Independencia, uno de los parques más grandes e icónicos de la ciudad.

En los últimos años, el Museo viene expandiendo y fortaleciendo su programa, planteándose como museo abierto, un lugar social que piensa las identidades de rosarinas y rosarinos a partir de su participación e inclusión sociocomunitaria. Así lo manifiesta en su misión:

Partimos de la necesidad de convertirnos en un espacio de reflexión colectiva y compromiso social, en donde la reciprocidad entre comunidad y territorio sean los pilares fundamentales sobre los que se construya nuestro trabajo. El museo aspira a jugar un papel activo en la revitalización de la historia de la ciudad como nuevo escenario de discusión, inclusión, equidad, tolerancia, igualdad, investigación, educación y gestión de la cultura rosarina, con un alcance nacional y latinoamericano.

SOBRE NUESTRA LECTURA

Con estas premisas, entendimos que lo que debía proponerse no podía ser de carácter anecdótico, debía escapar la objetualidad; la intervención tenía que propiciar y potenciar los encuentros y debates que buscaba generar el mismo museo, pensándolo en un rol activo en el fortalecimiento de la comunidad y lo colectivo.

Esto contrastaba con nuestro diagnóstico respecto de la ciudad contemporánea: fragmentada, partida y dualizada en sus márgenes y en el interior. Los proyectos de autoexclusión residencial buscan separarse del urbanismo espontáneo de hábitats autoproducidos. Los mecanismos de diferenciación desarrollados por los modelos de exclusión se han incorporado de forma burda y elocuente con rejas y muros o con dispositivos sutiles, como las cámaras de vigilancia. La fragmentación alcanza así la vida social y las subjetividades, manifestándose en forma de miedo. Entonces, ¿cómo se reintegran las comunidades?, ¿dónde se da su reencuentro?

Una idea comenzó a rondar el aire: había que generar un espacio. Un espacio que permitiera reunir a las comunidades. Que invitase al encuentro y fomentara el intercambio entre todos los actores que conforman la ciudad. Un espacio donde pensar colectivamente cuáles son los presentes actuales y cuáles son los futuros posibles. Un espacio en el que no solo aprendamos de dónde venimos, sino que también nos ayude a preguntarnos hacia dónde vamos.

El ágora, el punto de encuentro, comenzaron a ser conceptos de los que nos asimos para encontrar en el cielo una reunión. El patio del museo tenía que conformarse en un espacio público. Para esto debía reconstituirse la conexión con el contexto inmediato (cercenada por las rejas del museo y por la superposición de elementos y vegetación del parque, que limitan las visuales hacia y desde el patio). A su vez, la intervención debía configurar una interioridad, demarcar un área, un punto destinado a la calma, a la tregua, un espacio puente para vincular la comunidad con referentes de todos los ámbitos, una plataforma para la polinización cruzada de ideas.

La intervención debía actuar tanto de manera física, directa, como de manera simbólica, estética y sensorial. En la búsqueda de un sistema de intervención espacial definimos una estrategia dialógica entre elementos–figuras que atienden a problemáticas específicas; no de manera correlativa lineal, sino que estas figuras (en su abstracción) evocan múltiples conceptos, temáticas y asociaciones en quien las percibe, aludiendo a las problemáticas simbólicas propuestas, pero dejando margen para lecturas amplias y para su discusión.

En estas formas debía hacerse presente la ciudad en sí, para poder reunirnos en torno a ella a discutirla, y debía estar presente en su complejidad polisémica: como territorio, geografía, límite, como condición material, como condición histórica, simbólica, cultural, identitaria y colectiva, como encastre de fragmentos. Y, sobre esta ciudad, había que realizar un acto simbólico de reparación.

SOBRE LA INTERVENCIÓN

Propusimos la superposición de tres figuras abstractas para generar una composición espacial en diálogo con el museo. Mediante una serie de operaciones simples, estos tres elementos son capaces de propiciar un lugar de encuentro para pensar e imaginar nuevos modos de hacer ciudad.

La intervención se encuentra conformada por tres elementos: la estructura circular (denominada Cielo), la grilla de puntos (denominada Suelo) y la línea (denominada Fuga/Horizonte). Cada uno de estos elementos posee propiedades de configuración espacial que le son intrínsecas. Así también, cada uno tiene su sentido poético experiencial. Desprendiéndose de cada elemento y a partir de las posibilidades que genera su superposición se plantean también actividades para ser llevadas a cabo por la comunidad en su conjunto.

CIELO

 Un círculo de 17 m de diámetro y de 1,7 m de alto conformado por una estructura facetada y reticular de perfiles de hierro, sostenido a 3 metros de altura por tubos redondos de hierro. La estructura se pintará de blanco y será revestida con gasa blanca en todo su alto y perímetro.

El Cielo está delineado por una estructura circular que tiene la fuerza de reunir en su centro todas las dinámicas de la intervención. El círculo, símbolo arquetípico de la transformación y la forma cíclica de la vida, la muerte y el renacimiento, se construirá con materiales dúctiles: elementos metálicos que conforman un anillo reticulado recubierto con gasa. El carácter translúcido de la tela permite entrever la estructura y enfatiza su carácter etéreo.

El Cielo integra los cuatro tabiques perimetrales del patio apoyándose sobre estos, y los enlaza con el edificio del museo, demarcando en ese intermedio el punto de reunión. Sobre la tela que reviste la estructura se abre la posibilidad de intervenciones luminosas, visuales y sonoras.

FUGA/HORIZONTE

Dibujada en el suelo, una banda roja de 85 cm de ancho cruza el patio, conformando un ángulo de 20° con el edificio del museo. En el sector previsto por la intervención esta línea toma la altura de un banco, conformado a través de mampostería de ladrillos comunes, revocados y pintados también de rojo.

La Fuga/Horizonte, insinuada por la línea roja, nos invita a mirar más allá, a interrogarnos sobre la ciudad en la que queremos habitar. Del mismo modo que un accidente geográfico, la línea tensiona al espacio y al contexto que lo rodea. Permite tomar referencia respecto de sí: en, hacia, desde, fuera de la línea. Sirve de apoyo para cualquier apropiación: un asiento de descanso para el visitante o un fondo para una actividad performática.

La línea roja invita a quienes transitan por el parque a entrar al patio. Continúa fugándose casi hasta el infinito, una línea de horizonte, siempre presente. El banco se funde a nivel de suelo para continuar su recorrido y salirse de la cerca hacia el parque, sin impedir la accesibilidad total del espacio. Emerge y se sumerge.

SUELO

Siguiendo una grilla regular de 1,5 x 1,5 m se disponen en el piso adoquines como puntos fijos de referencia para la performance a desarrollarse durante todo el período de duración prevista de existencia de la intervención.

El Suelo es la expresión de lo que habitamos, de los fragmentos, pero, también, de la posibilidad de reencontramos. Siguiendo una grilla regular, referenciando formalmente el damero tradicional de las ciudades argentinas, se marcarán mojones de un territorio fragmentado, sectorizado, abierto a ser apropiado de manera individual o en conjunto por algún hecho que las conecte. A fin de ahondar en dicho gesto se propone el desarrollo de talleres y charlas en torno a la temática «Territorio y Comunidad». Cada disertante o grupo será invitado a dejar en el cuadrante de la grilla escogido un fragmento de piso como elemento simbólico referencial de su territorio. Con el correr del tiempo se espera obtener un mosaico de territorialidades.

Cada uno de estos elementos posee su propia lógica individual (lógica simbólica, material, funcional, morfológica), pero actúa conjuntamente con los otros al superponerse, al situarse en simultaneidad, potenciándose y resignificándose en su conjunto. Al igual que la ciudad, la intervención actúa como un sistema, o más bien, como una superposición de sistemas que colaboran en generar un todo integral. Cada uno de estos elementos genera sus propias tensiones, y es en la tensión entre estos que se genera un vacío, un espacio a habitar, un lugar de reunión.

EPÍLOGO

El cielo se ha transformado en un aliado. Solo mirarlo y creer en un mañana. Silencio. Pareciera que nunca la Vida estuvo en vilo como ahora. Y, sin embargo, la esperanza flota en el aire.

Una ciudad que se pregunta a sí misma. Comunidades. Tejidos sociales fragmentados.

Hay esperanza. También hay bronca y resignación: somos humanos.

Una línea en el suelo. Una fuga: nuestros sueños. Un cielo que nos abraza. Y un hasta mañana en cada noche.

Fragmentos.

Humanos.

Soñamos porque luchamos.

Cómo citar

Francisco Ansalas, Pablo Ignacio Ferreira y Gabriel Alejandro Vaschetto. «Reunión de Cielos. Propuesta ganadora del concurso “El Patio de la Ciudad” de Rosario». Polis, n° 19 (2021). https://www.fadu.unl.edu.ar/polis

 

Francisco Ansalas

Artista. Licenciado en Comunicación Social (UNR). Licenciado en Bellas Artes (UNR). Ayudante ad honorem en la cátedra Proyectos I de la carrera de Bellas Artes (UNR). Director creativo y fundador de Fausto y Apache Cerámicas. Desarrolla su producción en el entrecruzamiento de lenguajes.

 

Pablo Ignacio Ferreira

Arquitecto (FADU, UNL). Docente en las cátedras de Morfología III y Teoría y Crítica (FADU, UNL). Investigador en temas de Morfología Urbana y Arquitectura Contemporánea. Además del trabajo profesional como arquitecto, desarrolla sus intereses artísticos en distintos proyectos musicales.

 

Gabriel Alejandro Vaschetto

Arquitecto (FADU, UNL). Docente de la carrera de Arquitectura (FADU, UNL). Maestrando e investigador en el área de los procesos de diseño, la didáctica del proyecto y su evaluación. Lleva adelante diversos proyectos de creación, producción y difusión musical. Trabajo profesional en ISLOTE, estudio joven de arquitectura y diseño de la ciudad de Santa Fe, Argentina; conformado junto a Pablo Ignacio Ferreira.