Ilustración: Javier Armentano

A principios de septiembre nos dejó Marta Zátonyi. Graduada como Licenciada en Filología Neolatina en la ELTE, Budapest y Doctora en Estética por la Universidad de La Sorbona, Francia, realizó un importante aporte a la comunidad académica de la FADU, como miembro fundador de la carrera de Comunicación Visual: participó en la formulación del nuevo plan de estudios, en la formación de docentes y estudiantes de grado y posgrado, sumando tareas a aquellas que realizaba en la FADU-UBA e institutos y universidades del exterior. 

Por su formación y conocimiento en el área de la Estética e historia del Arte, desarrolló una producción científica y literaria que asombró por su  capacidad para trasmitir ideas, teorías y propuestas epistémicas de áreas como el arte, la arquitectura y el diseño, absolutamente accesible para los legos y profundamente iluminadora para los ya formados en estas disciplinas. 

Pero quizás sea interesante recordar una fase poco conocida, pero tanto o más importante y significativa para todos nosotros: la de Marta persona, que escogió en principio a nuestro país como lugar de residencia, a pesar de su origen húngaro y en el que por su imperativo categórico, decidió quedarse.

Una Marta absolutamente perceptiva, extremadamente responsable, quién entregó interminables horas de su vida a escribir lo que sabía, sentía  y lo que iba a cuestionar, revisar o renovar: ideas sobre la estética, o su  mirada sobre el arte y el diseño, disciplinas no tan nuevas, pero si poco desarrolladas en sus fundamentaciones teóricas hasta el momento del nacimiento de sus libros, que resultaron ser totalmente innovadores en su enfoque. Así también, decidió generar espacios donde poder abrir las miradas a otros mundos, no solo reales sino también ideales, teóricos e imaginarios, en su estudio ETHOS de Buenos Aires, en la FADU-UBA; mientras que por los mismos motivos, a Santa Fe, que había venido por un lapso de tiempo muy corto, decidió quedarse por casi 20 años.

Esto nos muestra parte de su grandeza al entregarnos todo ese universo que nos iluminó y nos dio la posibilidad de crecer intelectualmente como alumnos o docentes y como personas;  o de su generosidad al comentarnos el último libro que salió y por supuesto leyó, o las películas que descubrió y que aun nadie había visto. Todo ello compartiendo interminables y magníficos almuerzos de trabajo que terminaron siendo el rito sagrado y extrañado por nosotros.

Por todo ello, aunque de su sabiduría  e inteligencia seguiremos gozando a través de los extraordinarios textos que nos legó con generosidad intelectual, una forma de honrar su memoria será seguir estudiando para algún día merecer el reconocimiento de haber sido formados por ella.

La quisimos mucho y ella lo sabía….y por eso nos sentimos unos privilegiados, por haber podido compartir sus enseñanzas, un mismo espacio académico y una amistad maravillosa.

Hasta siempre Marta.

CLAUDIA A. MONTORO