Estela Figueroa nació en la ciudad de Santa Fe en 1946. La lectura y la escritura, el cine, el teatro y el arte fueron pasiones que la acompañaron durante toda su vida. Ha sido una escritora comprometida y desde ese lugar coordinó talleres literarios en el Pabellón de menores de la cárcel de Las Flores, espacio para la creación colectiva donde como resultado se editó la revista Sin alas. Como autora publicó Máscaras sueltas (poesía, Centro de Publicaciones UNL, 1985); El libro rojo de Tito (reportaje, Centro de Publicaciones UNL, 1988); A capella (poesía, Ediciones delanada, 1991); Un libro sobre Bioy Casares (reportaje y ensayos de autores santafesinos, Ediciones UNL, 2006); La forastera (poesía, Ediciones Recovecos, 2007). En 2009, Ediciones UNL reeditó en un solo volumen dos de sus libros, reunidos bajo el nombre de ambos: Máscaras sueltas/A capella. En 1987, Máscaras sueltas tuvo su traducción y edición italianas: Maschere Mobile (Ferri Editora, Florencia, 1987). En 2016, Bajo La Luna editó El Hada que no invitaron, obra poética reunida 1985-2016, que incluye el libro hasta entonces inédito Profesión: sus labores. Colaboró en el diario El Litoral y sus poemas han sido traducidos a varios idiomas y han aparecido en diversas publicaciones internacionales.

En la universidad
Ingresó a trabajar a la Dirección de Cultura en 1988 y coordinó desde el año 1991 el Taller Literario. Una propuesta abierta a la comunidad que se vio plasmada en la edición de tres libros y fichas de poesía, versiones teatrales de aguafuertes de Roberto Arlt y la escritura y puesta en el aire de dos radionovelas.
Además de los libros editados por el sello editorial, Estela dirigió la revista La Ventana desde su aparición, en 2001 hasta que se jubiló.
En estos últimos años y durante la pandemia se trabajó junto a ella en proyectos para la promoción de la lectura. Participó del ciclo “Semillas de lectura” y del proyecto colectivo “Universos Mínimos”. Sus poemas forman parte de la serie Poesía ilustrada que invita a promover la literatura y la ilustración en las infancias.

Desde su forma de contar el mundo, recupera lo mínimo, lo cotidiano, pero sustancial. Sin lugar a dudas, Estela deja profundas huellas en el mundo de la literatura y en todas las generaciones que la han leído y leerán. 


Vegetal

Como la erika
que antes de secarse
produce un hijo

Pero también como la orquídea
orgullosa y sola

Como el sauce
inclinado
hacia el río quieto

Pero también como la grevilea
que enfrenta
los vientos más feroces

Frágil como los pensamientos
a los que una ligera
lluvia aplasta

Abierta como el paraíso
que juega
con las gotas

Manos desconocidas
revolvieron el césped
donde escribí palabras.

¿Buscaban tesoros ocultos?

Soy hosca
como el cactus.